Me gusta mirar el firmamento estrellado en las noches de verano. ¡Es tan grande la creación! Pensar que Dios hizo todo el universo para que nosotros podamos vivir en la tierra es algo que supera cualquier inteligencia.
Me gusta pensar también que mirar el cielo es como presenciar la Comunión de los Santos. Pues en el cielo hay cientos, miles, quizá millones de santos de todas las épocas de la historia de la humanidad. Los hay tan antiguos, para nosotros, como Adán y Eva. Los hay de la época de los Patriarcas, de los Apóstoles, de cada siglo de la Iglesia. Los hay del reciente siglo XX y los hay ya de este propio siglo. Los habrá de hace un mes, o de unos días o quizá de hoy mismo. Almas que ya han entrado a gozar de la vida Divina prometida por el Señor.
Y el saber que puedo pedir la intercesión de un Abraham, de un Isaías, de la Virgen María, de San Pedro, de San Agustín, de San Francisco, de Santo Padre Pío, del beato Juan Pablo II y de la Madre Teresa de Calcuta, nos parece increíble a los que viviendo en el tiempo histórico los percibimos como personas de pasados remotos. Y sin embargo, en el eterno presente de Dios, brillan para nosotros como brillan tantas estrellas en el firmamento.
Porque cuando uno mira el cielo, dependiendo de la distancia a la que esté esa estrella, estaremos viendo en pleno siglo XXI la luz de estrellas con el brillo de un día hace 8 años, hace 100 años, hace 300 años ... Pues la distancia que nos separa es tan enorme que muchas de las brillantes estrellas que vemos están a más de 200 años luz de distancia. Es decir, que su luz tardó más de 200 años en llegar a nosotros. Es como estar mirando hoy una foto casi eterna del cielo. Vemos a la vez estrellas que brillaron hace mucho y estrellas que brillaron hace unos años y brillantes planetas con su luz de hace unas horas. ¡Tremenda maravilla!
Así es la comunión de los santos. Estamos en contacto espiritual con santos de toda la historia. ¡Que maravilloso es Dios! No despreciemos sus regalos. Y así, cuando una noche veamos de nuevo las estrellas, no olvidemos a nuestros hermanos que ya están en el cielo. Ellos son como estrellas que guiarán nuestro navegar por la vida hasta que lleguemos nosotros también al cielo eterno.