"Y el Señor me dio una fe tal en las iglesias, que oraba y decía sencillamente: 'Te adoramos, Señor Jesucristo, también en todas tus iglesias que hay en el mundo entero, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.'Después el Señor me dio, y me sigue dando, tanta fe en los sacerdotes que viven según la norma de la santa Iglesia romana, por su ordenación, que, si me persiguieran, quiero recurrir a ellos. Y si tuviese tanta sabiduría como la que tuvo Salomón y me encontrase con los pobrecillos sacerdotes de este siglo, en las parroquias donde viven, no quiero predicar al margen de su voluntad. Y a todos los demás sacerdotes quiero temer, amar y honrar como a mis señores. Y no quiero ver pecado en ellos, porque en ellos miro al Hijo de Dios y son mis señores. Y lo hago por esto: porque en este siglo no veo nada físicamente del mismo altísimo Hijo de Dios, sino su santísimo cuerpo y santísima sangre, que ellos reciben y solos ellos administran a los demás.Y quiero honrar y venerar estos santísimos misterios por encima de todo y colocados en lugares preciosos. Y los santísimos nombres y palabras suyas escritas, donde los encuentre en lugares indebidos, quiero recogerlos y ruego que se recojan y se coloquen en lugar decoroso. Y a todos los teólogos y a los que administran las santísimas palabras divinas debemos honrar y venerar, como a quienes nos administran espíritu y vida (cf. Jn 6,64)." (Testamento Espiritual de S. Francisco)
¡San Francisco de Asís, ruega por la Iglesia!