¡ Aquí estoy Señor !



Hay mucha gente que le gustaría ser eterna. ¡Y lo somos! Pero no a la manera del mundo sino a la manera de Dios.


No debemos apegarnos demasiado a este mundo. Mas bien debemos caminar con el cuerpo en la tierra y el alma en el cielo. Debemos mirar siempre hacia arriba mientras caminamos, que aunque parezca paradójico, es la mejor manera de no tropezar.


Y mirar hacia arriba es tener la mente y el corazón en Dios. Mirar hacia arriba y mirar hacia adentro, he ahí el secreto de la felicidad.


¡Pero que difícil es en el mundo mirar dentro! Siempre ruidoso, siempre distraído, siempre ocupado, siempre afuera, siempre externo... es así la vida del hombre moderno. Siempre apurado, siempre preocupado, siempre embotado, siempre dormido.


Dame Señor la valentía de caminar despierto. Sino, la muerte me encontrará dormido. Y la muerte eterniza el instante último. Y si me encuentra dormido ¿Quien podrá despertarme?. Que me encuentre despierto, atento, en vela. Que me encuentre esperándote.


- ¡Hijo mío!


-¡Aquí estoy Señor!


-Ven, bendito de mi Padre.


Y mi corazón se deshará en amor y ternura infinitas y eternas.