El esperanza católica de nuestros próceres argentinos



Seguir repitiendo por "cadena nacional" que no debemos recordar a Belgrano (o San Martín) en el día de su fallecimiento es hacer gala de una ignorancia supina.

Como los discursistas (y discursistos) han perdido la fe y se han olvidado de Dios quienes detentan la función pública, no tienen ni idea de que cristianamente hablando, ese día no es celebrar la muerte como si la muerte tuviera la última palabra, sino el de su paso a la inmortalidad de la vida divina con Dios. Y pensar, como repiten revisionistas y revisionistos, que sólo debe ser recordado un prohombre por los días de sus victorias, es pensar que un señor como el General Manuel Belgrano no puso el mismo coraje y amor a la Patria en las batallas que le tocó perder como en las que ganó. Vergonzoso y cobarde quien no es capaz de alabar una entrega tan generosa.

Pensar que recordar al General San Martín escribiéndole ya mayor a su hija las famosas máximas, es recordarlo "viejito", acabado, terminado... como si el ser anciano denigrara la grandeza de sus hazañas es una demostración cabal de que sacarse fotos con Francisco no es lo mismo que escucharlo cuando habla del "descarte de los niños y ancianos"....

Quien así habla ha dejado que la soberbia entumezca su razón y enfrie su fe. Han perdido el verdadero sentido del Patriotismo y su pobre cristianismo no pasa de una rúbrica en un libro de Bautismo. No hay dignidad en su recuerdo, mucho menos en sus lenguas...

Ya en la época de Belgrano sólo se pensaba en triunfalismos y la muerte parece que le espantaba también a la clase política de entonces. Será por eso que dicen, no se será cierto, que sepultaron su cadaver varios dias despues porque no había dinero para hacerlo. Lo cierto es que su muerte pasó inadvertida para aquellos polítiqueros de turno demasiado metidos en sus contiendas personales y egoístas, ya que ese día hubo una crisis institucional en el ejecutivo de Buenos Aires y por eso aquel día pasó a la historia como "el día de los tres gobernadores"... Sí, ya en aquellos días todos querían quedarse con la "caja" a toda costa...

Lo esperanzador es que (yo no tengo dudas) Don Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano (que era su nombre completo) probablemente siga atento a su Patria y ruegue por nosotros ante el Dios que tanto amó en vida y junto a la Madre con cuyo manto pintó nuestra Bandera.

La soberbia de la igorancia tiene su límite, aunque ellos aún no lo adviertan: "Llegarás hasta aquí y no pasarás; aquí se quebrará la soberbia de tus olas" (Job 38,11)

No está lejos el día en que se escuche: "¡Silencio! ¡Cállate!", mientras todos diremos sorprendidos y alegres: "¿Quién es Este, que hasta el viento y el mar le obedecen?" (cfr. Mc 4,35-41)

Hasta ese día, seguirá la pobre entre cadena y cadena... encadenada.

Jesucristo, Señor de la historia: ¡te necesitamos!